Este Lunes 14 de Marzo voy a estar presentando un concierto compuesto por obras de L.V. Beethoven, Frédéric Chopin, John Cage y obras propias, como parte del Ciclo Piano de Ayer y Piano de Hoy.
Hablar de novedad en Beethoven en el siglo XXI parece ser innecesario, sino redundante. Se ha estudiado en profundidad hasta el más ínfimo detalle revolucionario del compositor alemán, y no creo necesario agregar nada al respecto. En el caso de un ciclo en el cual presento obras tan disímiles, me pareció apropiado incluir la Sonata Nro. 8, Patética, a modo de apertura de este concierto.
Chopin y sus estudios para piano son eje del desarrollo técnico en el estudio del instrumento. Incluirlos en un programa de concierto parece ir de la mano de una exposición de recursos pianísticos; pero no en este caso. He seleccionado cuatro estudios: op. 10 Nro. 1, op. 25 Nro. 1, Op. 25 Nro. 5 y Op. 25 Nro. 10, intercalados con piezas cortas de mi autoría y una obra poco ejecutada de John Cage. La idea ha sido exponer contraste en términos estéticos, sin ir demasiado lejos respecto de la aproximación al instrumento.
Desde mediados de siglo XX la música nueva parece estar destinada a venir acompañada de explicaciones conceptuales, como si esto fuera remedio de comprensión o aditamento fundamental, casi parte de la creación misma o de lo que se presenta. Suscribo a esta modalidad cuando es necesario, y creo que muchas veces lo es. Pero si presentamos un programa pianístico, que ya de por sí presenta el uso de un instrumento determinado (y de determinada manera, especialmente cuando no es piano preparado) no considero necesario ahondar en cuestiones teóricas o rudimentales. En el caso de este recital, el piano se ejecuta de manera tradicional. Probablemente y de esta manera, pueda uno imaginarse que, aunque sean obras originales, nada nuevo se estará presentando. Lo cual sí deviene en algo original: la novedad radica en su misma futilidad.